viernes, 9 de marzo de 2012

En pos de una promesa

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Los rayos del sol entraban por la ventana lentamente mientras un dulce aroma empapaba todos mis cabellos, un aroma tan dulce como una suave brisa de verano.
Decidí girarme para averiguar de donde provenía ese exótico aroma, pero cuando me giré, me encontré con que él estaba mirándome fijamente.
Tenía unos ojos grandes y oscuros, a los que les acompañaba una mirada dura y enigmática pero que cuando la acompañaba de esa sonrisa pícara podían hacer que cayese rendido hasta el más duro de los hombres.
Aparté la mirada, pues estaba totalmente avergonzada. ¡¿Cómo era posible que yo estuviera allí y en su propia habitación?! ¡No hacía ni 24 horas que lo conocía!

Esta imagen no me pertenece

Sin mucho éxito, comencé a removerme en la cama intentando buscar mi ropa, pero para cuando lo logré él ya se había levantado y se había esfumado de la habitación.
Decidí aprovechar ese instante para enfundarme mis vaqueros preferidos y buscar mis zapatillas.
- Veo que tienes mucha prisa- inquirió con una sonrisa.
Su voz me había cogido desprevenida. Alcé la mirada y vi que había ido a la cocina, pues portaba consigo una bandeja con el desayuno en las manos. En la bandeja traía dos vasos de zumo de naranja y una fuente repleta de piezas de frutas troceadas.
Y mientras él dejaba la bandeja en una pequeña mesa que se encontraba a la esquina de la habitación, mi mirada se había posado en su torso completamente desnudo.
Cuando me quise dar cuenta, él ya se encontraba a pocos pasos de mí y antes de poder hacer nada posó su mano sobre mis cabellos, levantó mi barbilla y selló sus labios junto a los míos, haciendo que recorriera por mi cuerpo una serie de sensaciones que jamás había sentido.
Y para cuando levanté la mirada, el sabor de su beso aún seguía marcado en mis labios y fue ahí cuando sentí que el momento se volvía tiempo y que el tiempo se volvía eterno.

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