No podía imaginar que conocería el dolor de una manera tan
profunda, pues desde el día en que te conocí en el sendero de mi dolor, mi alma
comenzó a fundirse poco a poco con la oscuridad de aquella noche.
El aire frío comenzaba a azotar cada una de mis lágrimas,
las cuales se rompían como cristales cada vez que rozaban las mejillas de mi
rostro mientras que cada vez que alzaba la vista al cielo las estrellas que se
cruzaban en mi camino se burlaban de mi secreto cautivo.
En la nada he
vislumbrado una dulce alma, que al cerrar mis ojos me hacía recordar esos
momentos, momentos que se avivaban como el fuego, y que ahora voy trazando un
camino como un felino y en cuyos taciturnos ojos pierdo esta alma mía.
Si me para a
contemplar tus ojos, pienso en un eterno azul recordando como acariciaba con
lágrimas tu rostro, y como el hecho de sentir dar vuelta al mundo, en busca de
tu tibia piel o simplemente agonizar entre tus cabellos, inspiraba mil y una
aventuras a hacia una espiral de sentimientos desconocidos.
Esta imagen no me pertenece |
Y ahora,
contemplando de nuevo esas estrellas que me acompañan en el camino, ven que en
la nada he visto un alma, y que más allá de aquellos rincones de los que nadie
sabe, se atormenta mi pobre corazón.
El poder recordar
tu olor cada noche, el poder enmarcar tu piel, el poder desear saborear tus
labios y esa ferviente necesidad de tenerte han hecho que cometa el peor de los
pecados. Y sin saberlo amor mío, he tenido que despedirme de todo aquello que
he conocido pues esta esperanza me ha sido arrebatada.
Ahora, llegó mi
hora y ya no hay salvación ya que el cielo ha decidido cerrar sus puertas ante
tan alta traición
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