jueves, 8 de marzo de 2012

Pecado

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No podía imaginar que conocería el dolor de una manera tan profunda, pues desde el día en que te conocí en el sendero de mi dolor, mi alma comenzó a fundirse poco a poco con la oscuridad de aquella noche.

El aire frío comenzaba a azotar cada una de mis lágrimas, las cuales se rompían como cristales cada vez que rozaban las mejillas de mi rostro mientras que cada vez que alzaba la vista al cielo las estrellas que se cruzaban en mi camino se burlaban de mi secreto cautivo.

En la nada he vislumbrado una dulce alma, que al cerrar mis ojos me hacía recordar esos momentos, momentos que se avivaban como el fuego, y que ahora voy trazando un camino como un felino y en cuyos taciturnos ojos pierdo esta alma mía.
Si me para a contemplar tus ojos, pienso en un eterno azul recordando como acariciaba con lágrimas tu rostro, y como el hecho de sentir dar vuelta al mundo, en busca de tu tibia piel o simplemente agonizar entre tus cabellos, inspiraba mil y una aventuras a hacia una espiral de sentimientos desconocidos.
Esta imagen no me pertenece

Y ahora, contemplando de nuevo esas estrellas que me acompañan en el camino, ven que en la nada he visto un alma, y que más allá de aquellos rincones de los que nadie sabe, se atormenta mi pobre corazón.

El poder recordar tu olor cada noche, el poder enmarcar tu piel, el poder desear saborear tus labios y esa ferviente necesidad de tenerte han hecho que cometa el peor de los pecados. Y sin saberlo amor mío, he tenido que despedirme de todo aquello que he conocido pues esta esperanza me ha sido arrebatada.

Ahora, llegó mi hora y ya no hay salvación ya que el cielo ha decidido cerrar sus puertas ante tan alta traición



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